• 27 de Abril del 2024

El Extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson/¿De qué va?

 

 

Juan Norberto Lerma

La novela El Extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson, cuenta una historia en la que se muestra la parte salvaje y oscura de un personaje que a lo largo de su vida sometió sus instintos criminales y que, con ayuda de un compuesto químico, es capaz de transformarse totalmente en otra persona.

Durante el desarrollo de la novela, el protagonista consigue disociar dos de los componentes del alma humana, el bien y el mal, de forma general, en esas dos categorías están inmersos decenas o cientos de matices que constituyen y se conjugan para conformar decenas de sentimientos que nos someten y que nos obligan a actuar de formas incluso inesperadas.

Uno de sus logros más importantes del personaje es que en cada una de las personas en las que su ser habita, su esencia es completamente independiente, cuando es bueno, es un ser social distinguido, sus valores morales son los que se acomodan con una humanidad que busca terminar con el sufrimiento de los seres humanos, y su inteligencia está al servicio de sus congéneres.

En cambio, cuando es malo, encarna los peores instintos criminales, los sentimientos más repulsivos que viven en el alma humana, y no sólo libera sus pasiones, sino que disfruta cometer las bajezas más repulsivas que cualquier ser humano con una capacidad emocional media se puede permitir.

En la novela El Extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, el narrador coloca a los lectores frente a esa parte maligna que a todos nos habita, y en contra de la que luchamos con mejor o peor éxito. En muchas ocasiones, esa oscuridad sale a relucir y nosotros la colocamos frente a las personas que nos circundan, que nos ven con horror y se apartan enseguida. Esa maldad que reposa en el espíritu no es algo etéreo, sino una fuerza milenaria que se materializa en forma de crueldad, soberbia, y que cristaliza en una malevolencia diabólica que a todos nos habita.

Vamos por la vida haciéndonos los buenos, fingiendo que somos un dechado de bondad y de virtudes, a sabiendas de que por dentro nos agitan fuerzas capaces de destruir en un abrir y cerrar de ojos cuanto hemos construido con la represión, resignación y conformidad que se necesitan para vivir conforme a las reglas sociales.

La historia comienza con dos amigos a los que su paso los lleva frente a una puertecilla en un callejón de Londres. Hay unos comercios de fachadas maltratadas, botes de basura, puertas oxidadas, y gente de aspecto torvo y descuidado. Uno de los dos amigos es el abogado Utterson y el otro es el señor Richard Enfield. Los dos pertenecen a la clase alta londinense y aunque el barrio no es similar al que ellos habitan, no se muestran sorprendidos de la pobreza que reina en el lugar.

Richard Enfield le pregunta al abogado Utterson si conoce la historia de la puertecilla del callejón. El abogado responde que no y enseguida Richard Enfield le relata que hace días tuvo ahí una especie de aventura. Le cuenta que una noche vio que un sujeto extraño caminaba hacia la esquina y que justo del otro lado venía una niña, en el momento en que se cruzaron, el hombre atropelló de forma descarada a la niña y la vapuleó sin siquiera detenerse para mirar a la criatura.

Richard Enfield y otra persona van detrás del sujeto que maltrató a la niña para exigirle cuentas y cuando lo alcanzan quedan petrificados, porque del sujeto emana una especie de violencia viva y una maldad perceptible. Richard Enfield dice que el tipo le provoca malestares y que le percibe una cierta deformidad, aunque no atina a saber los motivos por los que el sujeto le provoca repulsión.

Como pueden, Richard Enfield y el otro hombre que lo acompaña se rehacen y le exigen al sujeto que compense a la familia de la niña para que la lleven al hospital. El sujeto acepta entregar dinero, pero no porque crea que estuvo mal lo que hizo, sino para alejarse cuanto antes de toda aquella gente que salió a mirar el incidente. El tipo repulsivo les entrega un cheque con la firma del doctor Jekyll, y Richard Enfield se estremece porque él es amigo del doctor Jekyll y el sujeto que le da el cheque no es el doctor Jekyll.

En esta novela, Robert Louis Stevenson utiliza un narrador omnisciente y lo cambia cuando les da voz a los protagonistas de la historia. El narrador intercala las escenas básicas de tal manera que forma un cuadro que dibuja en su totalidad la historia que nos cuenta. Robert Louis Stevenson es un narrador solvente, lúcido y creativo, y con frases cortas y contundentes le va dando cuerpo a su relato.

Más tarde, el abogado Utterson le da vueltas a la historia que Richard Enfield le contó y se debate en la incertidumbre, porque él tiene en su poder un testamento en el que el doctor Jekyll le cede toda su fortuna a un tal señor Edward Hyde, en caso de que muera. Desde ese instante, el abogado Utterson se sume en la incertidumbre porque teme que el tal Edward Hyde haya obligado al doctor Jekyll a cederle su fortuna, a protegerlo, e incluso ayudarlo en los posibles crímenes que pudiera cometer.

El abogado Utterson se dirige a la casa del doctor Lanyon y le pregunta si ha notado algo raro en el doctor Jekyll, porque tiene un problema que lo atormenta. Lanyon le revela que se ha distanciado del doctor Jekyll porque comenzó a hacer unos experimentos químicos que a él no le parecen lo bastante científicos. Añade que las búsquedas científicas del doctor Jekyll se volvieron extrañas y que eso los separó, pero que continúan siendo amigos.

El abogado Utterson sospecha que el tal señor Hyde obligó al doctor Jekyll a cederle su fortuna en su testamento y que incluso será capaz de asesinarlo. Utterson vigila durante semanas la puertecilla en el callejón y una tarde ve aparecer al señor Hyde. El sujeto lleva la ropa holgada, como si le quedara grande, y camina a brincos.

El abogado Utterson le sale al paso al sujeto y cuando está frente a él siente una repulsión semejante a la que experimentó Richard Enfield. Percibe un halo de crueldad en el sujeto, pero se domina y le pregunta si está en su residencia el doctor Jekyll. El señor Hyde le responde que no y cuando el abogado Utterson le ve la cara siente un terror inexplicable, un asco que lo obliga a terminar la conversación con el sujeto.

El narrador subraya que el doctor Jekyll vive en una mansión y el señor Hyde en un cuartucho de un barrio popular. Es decir, hay una separación completa entre el doctor Jekyll, que tiene un nombre socialmente aceptado, una posición económica poderosa y tiene un prestigio. El otro, vive en una miseria semejante a la que emana de su ser, y su única preocupación es ser lo menos visible en los barrios de clase social alta. Minutos después, Utterson concluye que lo que percibió en el rostro del señor Hyde fue una crueldad diabólica y lo ve como la maldad encarnada.

Tiempo después, en una fiesta se encuentran el abogado Utterson y el doctor Jekyll y conversan sobre el testamento. El doctor Jekyll reafirma su deseo de que en caso de que llegue a ocurrirle algo, le entregue toda su fortuna al señor Hyde. El doctor Jekyll le confiesa que el señor Hyde es un joven al que le ha tomado aprecio y le pide al abogado que en caso de ser necesario lo ayude.

Un año después asesinan a un anciano, un miembro del parlamento de nombre Danvers Carew. Una mujer es testigo del crimen y declara que vio cuando Edward Hyde y el anciano se cruzaron en la calle. Instantes después, y sin que mediara discusión alguna, Edward Hyde asesina a golpes al anciano. La policía y Utterson investigan juntos el caso y van tras del señor Hyde, pero no logran encontrarlo.

Utterson le cuenta al doctor Jekyll la historia del asesinato y le pide que le diga en donde está el señor Hyde para llevarlo a proceso. El doctor Jekyll asegura que no sabe en dónde está el señor Hyde y le jura a Utterson que su protegido nunca más regresará ni se le volverá ver.

Cuando el señor Hyde desaparece, el doctor Jekyll vuelve a hacer su vida normal, organiza fiestas, se divierte, su aspecto es alegre y vive feliz. Sin embargo, unos días más tarde se encierra en su residencia y no permite que nadie lo visite. Entonces Utterson busca al doctor Lanyon, el rival científico del doctor Jekyll y lo encuentra con un semblante demacrado, tal como si hubiera sido víctima de una impresión que lo enfermó y que está a punto de llevarlo a la muerte. Días después, Lanyon muere y le deja una carta a Utterson. En la carta, el doctor Lanyon le explica que visitó al doctor Jekyll y que vio el instante en que se tomó la poción y se transformó en el señor Hyde.

En la parte central de la novela es el doctor Jekyll el que describe a grandes rasgos su vida y lo escuchamos confesar que fue él quien buscó la transformación para dotar de libertad y esencia a su vida. En la carta que el doctor Jekyll le envía al abogado Utterson, cuenta que desde joven tuvo la inclinación de ocultar sus placeres y de fingir en sociedad que todo estaba bien. Agrega que todas esas debilidades que él sentía las vivía con vergüenza y las ocultaba a los ojos de los demás.

El doctor Jekyll dice que aunque para muchos eran una clase de placeres que los enorgullecían, a él lo avergonzaban, porque debido a la clase social a la que pertenecía debía tener una solvencia moral delante de la sociedad en la que él se movía.

Sus parientes y él mismo eran acaudalados, y considera que no se habría visto bien que un miembro destacado de la sociedad, con una profesión de médico y especializado en química, se viera enviciado con placeres primitivos. Los estudios profesionales de química que realizó fueron los que le permitieron más adelante disociar sus dos personalidades y tener una duplicidad de caracteres, una doble vida que ocultó cuanto pudo a sus amigos y familiares.

El doctor Jekyll precisa que las dos partes de su personalidad eran auténticas, cuando se comportaba como una persona buena, lo era realmente, porque sentía que debía ser bondadoso; y cuando era malo, o aceptaba sus debilidades, también era una persona que disfrutaba esos placeres ocultos que lo conducían en sentido contrario de la vida regular que llevaba.

Durante su narración, el doctor Jekyll dice que muy pronto llegó a la conclusión de que los hombres están divididos. Él dice que tenemos dos personalidades, no porque sólo sean dos, sino porque sus estudios sólo le permitieron encontrar dos, y sospecha que con los años, los científicos encontrarán que el ser humano tiene más de dos personalidades.

Esas divisiones que percibe el doctor Jekyll son mentales, espirituales, incluso emocionales, pero conviven en el mismo cuerpo y están a la espera de ser utilizadas, o de plano liberadas. Cuando sus estudios avanzaron, el doctor Jekyll logró disociar completamente, tanto lo espiritual como lo físico, y en su personalidad de Edward Hyde se convirtió en un personaje completamente cruel y malévolo.

Aunque la novela es una fantasía literaria, en su momento también aportó su punto de vista sobre el estudio de la personalidad, según el cual muchos hombres, o todos, queremos experimentar esa especie de liberación, esa vuelta al salvajismo. También es verdad que los seres humanos de cuando en cuando utilizamos esa facultad, que sabemos que vive dentro de nosotros y que permitimos que emerja en situaciones límite. El doctor Jekyll describe esa fuerza como una fiera rugiente que rompe nuestra monotonía.

Esa energía surge para liberarnos y hacernos sentir fuertes, y nos permite ocupar un lugar en el mundo de una manera estrambótica, estruendosa y poderosa que se impone a los demás y nos concede de alguna manera un poder sobre quienes nos rodean, aunque ese poder represente la maldad, la crueldad y lo diabólico. En la novela vemos esa liberación, esa tendencia que tenemos todos los seres humanos a la maldad, que aunque bien podemos someter la mayor parte del tiempo debido a las reglas sociales que nos hemos dado y que nos han permitido sobrevivir, dejamos salir más veces de las necesarias.

En la novela, la fantasía literaria de la disociación también exime al señor Hyde de responsabilidad alguna y le permite actuar de una manera animal, la cual rompe con todo lo humano, con las reglas sociales, y que lo sitúa incluso por encima de la autoridad, porque rompe con todos los conceptos morales y sociales.

En la novela El Extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde hay una sencillez narrativa que sorprende y maravilla. Robert Luis Stevenson cuenta la historia con naturalidad y al mismo tiempo con una complejidad que va dibujando el estado emocional de sus personajes. Cuando se trata de describir los caracteres de sus protagonistas, trabaja sus frases de tal manera que termina comprimiendo varios conceptos en una oración corta, y entonces surge un deslumbramiento en sus construcciones verbales.

Robert Luis Stevenson es un autor que tiene un manejo de lenguaje diestro y es un escritor al que las personas que se dedican a las letras le pueden aprender. Su forma de contar las historias hace que parezca fácil relatar las maravillas que surgen en sus textos. Poco a poco va desarrollando sus escenas y en unos cuantos párrafos construye un paisaje literario propio.

Robert Luis Stevenson es el ejemplo de un escritor que conoce las técnicas, las alturas y la pomposidad de la escritura, la hipérbole, y que quizá por ese motivo prefiere ejercitar un lenguaje pulido que coloca su escritura al nivel de cualquier lector.

Robert Luis Stevenson fue un escritor norteamericano, es autor de cuentos y novelas, y aunque toda su obra es de muy alta calidad, sus libros más conocidos son La isla del tesoro y El Extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.