• 12 de Diciembre del 2024
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Un rato de tenmeallá, de Guillermo Cabrera Infante/¿De qué va?

 

 

Juan Norberto Lerma

Un rato de tenmeallá, de Guillermo Cabrera Infante, es un cuento que refleja una parte y una época de la vida familiar en Cuba. La voz que narra la historia es de una niña, la cual va contando con la dulzura, candidez e ingenuidad de su lenguaje, las situaciones más sórdidas que le ocurren a su familia.

El cuento está fechado en 1950 y es una historia cruda, sufriente y conmovedora, porque la descripción está llena de imágenes que reflejan lo que ocurre en la vida de la familia de la niña que cuenta las circunstancias que acosan a cada uno de sus parientes.

El relato es descarnado y pasa a través de los ojos de la pequeña, que con su media lengua y su poco entendimiento de las situaciones que viven los adultos, hace lo que puede para divertirse y salir menos perjudicada.

Sin emitir ningún juicio moral, la niña va desgranando poco a poco todo lo que ve que ocurre en su casa, la criatura sólo se limita a contar hechos concretos que a ella la sobresaltan y le alteran la vida. La pequeña no tiene idea de cómo la afectan las actitudes que tienen los adultos que la rodean, pero intuye que cada decisión que toman podría destruirle la vida.

El cuento comienza con la presencia de un empleado que llega a cobrar el alquiler de la pocilga en la que vive la familia y la niña es testigo de la escena. Durante la conversación el empleado amenaza con echar a la familia y la madre de la pequeña le pide un día más para pagarle la renta. El empleado se niega y le explica que no es cosa suya, que no es que él quiera echarlos, sino que su patrón se lo exige y que él le cobra porque también tiene necesidades, y añade que como a ella no se le ha muerto ningún hijo de hambre no conoce ese tipo de sufrimiento.

La mujer se defiende y le dice al cobrador que a ella se le han muerto de hambre tres hijos y que si los demás no se han muerto es porque seguramente la vida o dios quiere que sufran más.

El hombre se conmueve durante un segundo como para respetar el dolor de la mujer que ha perdido tres hijos, pero enseguida vuelve al tono exigente y le da de plazo un día más. Después de que se marcha el cobrador, el padre regresa derrotado a la casa, cansado, hambriento y sin ningún centavo en los bolsillos.

En la casa también está María Antonieta, la hija mayor, que está por cumplir los dieciséis años. El hombre le dice a su mujer que no ha conseguido nada, que sus amigos le sacan la vuelta y le describe la desesperación que lo invade. La mujer lo consuela como puede, pero no deja de echarle en cara su impotencia para poder ayudar a que no los echen a la calle y, sobre todo, a que sobreviva la familia.

Aunque las escenas están cargadas de dramatismo, vistas a través de los ojos de una niña resultan cándidas y casi ingenuas, porque la familia está destruida debido a las circunstancias y a pesar de todo se advierte la lucha que realizan por sobrevivir. La tragedia que vive la familia arrastra a todos, hasta a la niña, que lo mismo se ve maltratada que querida y que vagamente entiende lo que sucede a su alrededor.

El hombre convence a su mujer de que tiene que empeñar el añillo de casados de ella, porque el otro ya lo empeñó. La mujer se opone porque cree que si ese anillo sale de la casa quedará destruido el vínculo que los une. El hombre le explica a la mujer que empeñar ese anillo es su única salvación para que no los echen a la calle y cree que hasta será posible que más adelante tengan alguna esperanza.

La hija mayor también tiene un plan para ayudar a la familia. La niña sigue puntualmente los movimientos de su hermana y ve cómo va a tocar en la casa de un extranjero que anteriormente la ha espiado cuando la muchacha se baña. La joven llega a la casa del tipo y cuando está frente a él se abre la blusa. El tipo le mira los pechos a la muchacha y la invita a pasar a su cuartucho.

Con sus propias palabras la niña describe la escena de su hermana y el extranjero y la hace ver como si fuera algo aparentemente intrascendente, como parte de un juego en el que sólo su hermana y el sujeto pueden participar.

En el texto de Guillermo Cabrera Infante se respira un escenario de miseria y podredumbre, de seres humanos al límite de sus fuerzas, y que sin embargo echan mano de toda su voluntad para poder sobrevivir.

El cuento está narrado con las palabras y el tono de una criatura de seis años, no tiene puntuación ni ortografía y reproduce a la perfección el habla local. El texto es absorbente, descriptivo, colorido y refleja una humanidad que deja un sabor amargo.

Guillermo Cabrera Infante fue un escritor cubano. Escribió novelas, cuentos, ensayos, crónicas y crítica de cine. Entre sus novelas más populares se encuentran Tres tristes Tigres y La Habana para un infante difunto