Ricardo Chavero
Ha llegado el día, los mercados se llenan de la flor de cempasúchil, frutas de temporada, incienso y el colorido papel picado; los altares se hacen presentes en los hogares mexicanos y el recuerdo acecha nuestros corazones: vivimos el día de muertos, el regreso de los fieles difuntos al plano terrenal, al reencuentro de sus seres queridos que aprovechan estos días, para agasajarlos ofrendándoles lo que en vida gustaban de comer y beber.
La muerte es un proceso obscuro para la mayoría de las culturas en el mundo, sin embargo, para nosotros los mexicanos, los días 1 y 2 de noviembre de cada año son de celebración hacia quienes se han adelantado en el camino, para quienes nos han dejado. La tradición del día de muertos proviene desde antes de la colonia, tiene su origen en las culturas indígenas que dominaron nuestro país. Para los aztecas la muerte era provisional y las almas de los difuntos podían volver a visitar a los vivos; cuando los españoles llegaron en el siglo XVI mezclaron estas tradiciones con las del calendario católico y ahora, se celebra el día en coincidencia con el Día de los Fieles Difuntos.
La celebración en estos días tiene dos elementos que son de gran importancia, a parte del gran colorido que dan el cempasúchil y la llamada flor de terciopelo o mano de león. La comida es un elemento que desde tiempos prehispánicos está presente ya que, cuando alguien moría era envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán; de igual forma, se le colocaba comida que le agradaba en vida, con la creencia de podía llegar a sentir hambre. Posteriormente, el Día de Muertos implicaba el retorno de las animas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con sus familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor, siendo estos altares el segundo elemento de gran importancia ya que, de ahí toman sus alimentos las almas que retornan en estos días.
Dada la diversidad cultural que tiene nuestro país, existen distintas formas de llevar a cabo las celebraciones del Día de Muertos, sin embrago, en nuestra entidad generalmente se les coloca en el altar tamales y mole a los difuntos por lo que, esta es la comida tradicional en estos días. Además, también dependiendo de cada entidad y cada municipio, la extensión de los días de la celebración cambia, sin embargo, lo más común es que se crea que el día 31 de octubre al medio día, llegan los niños a los altares y por tanto, se pongan los tamales para que se alimenten; el día 1 de noviembre hacen su arribó los difuntos adultos, igual al medio día por lo que, ese día se coloca el mole para que ellos se alimenten; finalmente el día 2 de noviembre los difuntos regresan al mundo de los muertos y en la tierra, es el día que las familias visitan los panteones para arreglarlos con sus respectivas flores.
El Día de Muertos es un día que identifica en el mundo a los mexicanos y que inclusive, en 2008, fue declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por su importancia y significado en tanto se trata de una expresión tradicional, integradora, representativa y comunitaria. Es tiempo de júbilo y gozo para los mexicanos, se siente la llegada de nuestros muertos; convivamos con ellos, comamos con ellos, vivamos con ellos ahora que regresan.