Inmuebles viejos, con escaso mantenimiento, mínima educación sobre los protocolos de emergencia y el miedo a ser detectados por los agentes migratorios son el caldo de cultivo perfecto para una desgracia, como la que ocurrió hace unos días en un edificio de departamentos en el Bronx, Nueva York.
Fallecieron cerca de veinte de personas, entre ellos 8 menores de edad, y resultaron gravemente lesionados más de 60, en un incendio que resultó muy difícil de controlar para las autoridades de emergencia de esa ciudad y que no es el primero que ocurre acabando con decenas de vidas.
Es de todos sabido que Nueva York, junto con Chicago, son algunas de las ciudades más viejas de Estados Unidos y donde el mantenimiento a los inmuebles es costoso, sobre todo de aquellos que son rentados en las zonas más pobladas y, al mismo tiempo, de más bajo presupuesto.
Fue en un mes de septiembre, justo cuando el otoño empieza a bajar considerablemente las temperaturas en Nueva York, cuando una servidora tuvo la oportunidad de conocer de primera mano las condiciones en las que viven miles de migrantes poblanos y mexicanos, quienes apenas hace unas semanas o meses llegaron a esa región norteamericana.
En compañía de un mexicano líder de migrantes en la zona del Bronx, visitamos a algunas familias poblanas que vivían en uno de esos característicos edificios, con cientos de minúsculos departamentos, donde abundan las literas, los pequeños pasillos, las estufas eléctricas, las colchonetas y los calefactores, que protegen de los crudos inviernos, para albergar al que cruzó la frontera recientemente.
Lo mismo ocurre con los sótanos o mejor conocidos como basement, en los que miles de migrantes encuentran una opción para vivir, junto con otros tantos paisanos, compartiendo el costo de la renta; el problema viene en temporada de lluvias, cuando muchos de estos sótanos corren el grave riesgo de inundarse y de dejar atrapados a sus habitantes, sobre todo con los fuertes huracanes, que azotaron a esas mismas ciudades en la última temporada de lluvias y que cobraron decenas de vidas o terminaron con el escaso patrimonio de muchos.
Pese a lo anterior, un pequeño departamento donde viven entre 10 y 15 personas, o un sótano, siempre serán la mejor alternativa para cualquier migrante recién llegado a la Unión Americana; entre ellos se ayudarán para conseguir trabajos y alimentos, además se cuidarán de la migra.
Sin duda, mucho mejor que la frialdad y la soledad de las calles, de los espacios bajo los puentes o de las casas de campaña al lado de cientos de homeless, como en California, donde la patrulla migratoria puede sorprenderlos en cualquier momento con una redada y acabar en un pestañeo con el tiempo, el dinero y el esfuerzo invertidos en la búsqueda del sueño americano.
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