• 13 de Diciembre del 2024
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Natalia Madrueño, del amor al terror

Natalia Madrueño / Roberto Herrera

 

Sus minificciones se encuentran ya en numerosas revistas nacionales e internacionales

 

 

Natalia Madrueño es mexicana, licenciada en Letras Hispánicas y máster en Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universitat de Barcelona. Escribe ensayo, cuento y minificción. Publicó algunos de sus textos en distintas antologías, periódicos y plaquettes digitales.

Dirigió talleres, mesas de lectura, promoción de escritura creativa y charlas con escritores juveniles como Kevin Brooks, Antonio Malpica, Loreto Sesma, entre otros. Pertenece al jurado 2019-2020 del Programa de Fomento a la Lectura y Expresión Escrita (PFLEE) de la Universidad de Guadalajara y del concurso Minificciones desde el encierro 2020, de la editorial universitaria. En diciembre del 2018 recibió a la poeta uruguaya Ida Vitale, premio Cervantes 2018 y premio FIL2018, con un ensayo dedicado a su obra narrativa.

Es una persona increíble, dotada de muchos valores humanos. Además, a Natalia le gusta el café, las manos, el chocolate, la música, la comida y el viento.

Sus minificciones se encuentran ya en numerosas revistas nacionales e internacionales: “íkaro” (Costa Rica), “Relieves” y “Km0” (Argentina), “Revista Culturel” (El Salvador); y en las recopilaciones: “Antología virtual de Minificción mexicana”, “Mar de voces” (Ed. Universitaria) y en “Historias mínimas” (Ed. Dendro).

Escribe con un estilo particular y a manera de protesta: tocando temas necesarios y pertinentes para la actualidad.

Escritora que dedica gran parte de su obra a la microliteratura, escribiendo desde temas sociales, pasando por historia de horror, a veces, con elementos fantásticos, a veces escribe historias de fantasía y terror. Al tiempo que se muestra comprometida con la época y el mundo en que le tocó nacer, a través de la microliteratura, Natalia Madrueño hace denuncia social. Sirviéndose de las letras para decir al mundo que a ella no le hacen feliz tantas injusticias.

Natalia escribió y publicó microcuentos con variadas temáticas que van desde el amor hasta el terror. Podemos leer algunos ejemplos de su excelente literatura:

Desaparecidai

Te extraño con cierto desencanto, en partecitas, como lo acordamos aquella vez, ¿te acuerdas, o tal vez fui yo quien lo acordó? Extraño tu aroma, tu risa, tu inmediatez cuando sabías lo que quería desayunar. Extraño tus líneas y tus curvas. Quizá sea porque sigo amando tu sexo y la idea que tengo de ti ahora que no estás. Pero a ti, lo que es a ti agrupada, completita, no te extraño. Te quiero ahí, justo donde frente a ti me desnudé tantas veces sin pudor, donde me hacías el amor tantas veces nos diera la gana ¿o era yo quien te fornicaba sin razón y sin mesura? Te extraño allá donde me dijiste adiós cuando nos avisaron que debíamos permanecer guardados por la cuarentena. Extraño de ti incluso esa última vez en que dijiste –NO-.

Del día en que viví en el marii

 

-“Llamadme Ismael”

Herman Melville

Siempre fue la lucha del hombre contra la bestia. Claro, eso era bien visto por mí hasta antes de hoy, pues de un día para otro, cuando por la mañana abrí los ojos, me vi atrapado en una especie de red mientras un hombre vociferaba su triunfo al mismo tiempo en que me picoteaba con su lanza.

Cuando lo vi a los ojos, sentí amor por él, un amor extraño e incomprensible. Cuando me vio a los ojos, pude leer en él emoción y odio, un odio conocido e inconfundible. Entonces comprendí lo que pasaba, yo había dejado de ser Ahab el capitán, el marinero, el hombre, para convertirme en el cetáceo que tanto había perseguido antes.

Injusticiaiii

Es mentira todo lo que creía sobre el amor, y si hay que culpar a alguien de mi desgracia es a mi madre, que en paz descanse, o mejor no, que no descanse. ¡Ella y sus estúpidas palabras!: “Hija, para el amor no hay edad”. Y por hacerle caso, ahora sufro como nunca lo había hecho.

Sucedió cuando me armé de valor y decidí confesarlo todo, pues acababa de enterarme gracias a Martita, mi vecina, que Luis, el amor de mi vida, estaba muy enfermo. Desde entonces mi dolor se incrementó sin contar que, además, puedo sentir cómo todos me odian, empezando por su familia. No, nadie entiende ni podrá entender lo mucho que lo amo; es más, ni yo lo entiendo. Mire que enamorarme a estas alturas y además de él, de Luisito, que es tan joven y lleno de muerte a sus 16, mientras yo a mis 70 estoy tan vieja y llena de vida.

De pequeñas mordidasiv

Pues mire usted, comencé por mordisquear sus labios. Las personas normales suelen besar, pero yo mordisqueo. Mordí sus pies, en especial me detuve en su dedo pulgar derecho. Tan gordito él, tan suave. Perdón, pero si tan sólo supiera las miles de sensaciones que brotaban de mí cada que la mordía.

También mordí sus muslos, ahí usé un poquito más de fuerza. En ese momento supe que no le disgustaba lo que hacía, al contrario, ya gemía como si estuviera a punto de explotar; sin embargo, sé que aún no lo hacía porque en realidad sintió un orgasmo cuando llegué a su sexo. Ahí me detuve por mucho tiempo y repartí un montón de múltiples mordiditas, aunque debo confesar que algunas no tan pequeñas. Creo que cuando subí a su vientre, sin afán de alardear, ella ya había ido y vuelto unas tres veces al mundo del cosquilleo profundo y de los cuerpos entumidos. Ya ve que dicen que las mujeres son multiorgásmicas y ella de seguro lo era.

Después me suplicó que no la dejara, pero tuve que hacerlo porque soy casado. Así que no fui yo, y aunque en su cuerpo la única señal de supuesto maltrato son mis dientes, yo no la maté. Créame, debió morir de amor.

Un mitov

Una tarde de septiembre, entre sonrisas y café en mano conocí a un hombre que con su canción calmaba bestias y dotaba de sensibilidad algunas piedras. No debía mirarme y no debía mirarlo, pero su voz era tan hermosa que no pude evitar admirarlo.

Entonces mi suspiro.

Cuando llegó el silencio y se viró para encontrarme, ya nos habíamos perdido para siempre, y aunque sus ojos negros y profundos se encontraron con los míos que ya lo amaban, tristes los dos, aceptamos que no podíamos pertenecernos. Él tenía a su Eurídice y yo a mi Orfeo.

i Publicado en la antología Microbios, 2020 de Dendro ediciones.

ii Publicado en la antología Microbios, 2020 de Dendro ediciones.

iii Publicados en Mar de voces, 2017 de la editorial universitaria.

iv Publicados en Mar de voces, 2017 de la editorial universitaria.

v Publicados en Mar de voces, 2020 de la editorial universitaria.

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Márcia Batista Ramos, brasileña, licenciada en Filosofía. Radica en Bolivia. Gestora cultural, escritora y crítica literaria. Publicó Mi Ángel y Yo; La Muñeca Dolly; Consideraciones sobre la vida y los cuernos; Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista Del Siglo XX; Tengo Prisa Por Vivir; Escala de Grises – Primer Movimiento; Antología Escritoras Cruceñas, Caballero Reck & Batista (2020); Antología Escritoras Contemporáneas Bolivianas, Caballero, Decker & Batista. Bolivia (2020). Participó con ensayos en diversas antologías además tiene publicados: Cuento: Un Viaje en carnaval, en la antología “BOLIVIA La versión de escritores extranjeros” Homero Carvalho Oliva (2020); Cuento: Un Hombre Común, en “Honduras como Epicentro - Antología Mundial de Escritores en Cuarentena”, Chaco de La Pitoreta (2020); Antología “Compendio Literario pro Casa Melchor Pinto”, Colectivo Poético; Bolivia (2020); “BREVIRUS Antología de minificciones”, Lilian Elphick Latorre. Revista Brevilla, Santiago de Chile (2020).