Márcia Batista Ramos
Manuela Vicente Fernández (Viana do Bolo-Ourense, 1970). Escribe poesía, narrativa, relato corto y microrrelato. Socia de AMEIS (Mujeres Escritoras e ilustradoras) y del colectivo REM (Red de Escritoras de Minificción), así como de varios colectivos y grupos literarios.
Entre los proyectos de Manuela Vicente Fernández está el de visibilizar y dar voz al colectivo femenino a través del blog colaborativo que dirige: Nosotras, que escribimos (blogspot) de escritura y literatura femenina actual; ha participado en varias antologías sobre el tema como en la antología Femenino Plural en beneficio de la Asociación Clara de Campoamor.
ETERNIDADES
De amanecer se me llenan las manos
haciendo aguas entre los dedos.
Una canción que siempre me acompaña.
Una tarde larga y doliente como el último trino
del penúltimo pájaro.
El dolor es un sueño que se astilla,
ala rota en el cielo zozobrando.
De ausencia se me secan las cuencas de los ojos
buscando otras miradas.
Pero aún tu calor es mi refugio,
como del fuego el ascua,
aún mantengo en mis manos el instante.
Abrázame despacio, dice el día,
polvo de mariposa, cuesta abajo.
De amanecer se me llenan las plantas del balcón,
agrietadas de escarcha.
Abrázame despacio, dice el niño,
que crece mientras duerme abriendo brazos
al devenir del ciclo de estaciones,
al leño en la cocina,
a los maullidos de los gatos del barrio.
De amaneceres se hacen nuestras vidas
hasta quedarse en blanco.
Abrázame despacio, dice el vientre
de la mujer en cinta, atesorando,
sus recuerdos de niña en la memoria
cada vez más exigua de su madre.
Abrázame despacio, dicen todos
los heridos amantes,
no sea que mi costado cruja, roto,
como una cuerda suelta de guitarra.
DESÓRDENES
Yo tropecé con un desorden mudo,
caótico de principio a fin ofrecía
sus temblorosos dientes indefensos
amarrados a la tabla de sus encías
como las cuerdas de una barca
varada en medio del pacífico
o el asta de una bandera descolorida.
Los desórdenes mudos son como bocas abiertas
en gigantescos simulacros de grito,
se adhieren a tus pies en busca de palabras
anhelando ser nombrados para rendirse.
Hay gentes que se hacen de cruces al hallarlos,
otros fingen no haberlos visto;
animales y cobardes huyen como las lagartijas,
como si la vista de un desorden fuese un contagio seguro,
un desastre terrible; solo los que no temen saben
que los desórdenes mudos son refugios,
a veces de monstruos o fantasmas tan tristes
que han perdido la voz para rugir,
espantados por el miedo a sí mismos.
Sí, yo tropecé, más de una vez, con un desorden mudo
y mi boca se desdibujó desordenadamente
hasta adquirir la forma de un grito,
y fui guarida de desechos,
de despojos de sueños y heridas de niño.
Ya lo sabéis. Puede que hasta yo misma sea un desorden.
No me avergüenzo de decirlo.
DESARRAIGO
Me desmoronan tantas casas deshabitadas,
esas cárceles grises de par en par abiertas
de las que no huye nadie;
lo mismo que esas plantas que quedan descubiertas,
aferrándose a un trozo de tierra suspendido
enseñando sus raíces al aire.
Me desmorona el cielo, tan plomizo,
cegando el horizonte, deformando
esas nubes con forma de promesa,
llenando el firmamento de fantasmas.
Me desmorona el triste silencio
malherido de la estación vacía,
esa copa del árbol que no alcanza la mano,
el gorrión que busca en el balcón las migas,
ese día de mayo, roto, descabalgado.
Me desmoronan esas cosas tan pequeñitas
que sostienen con pinzas el deambular diario.
El sonido de un vaso de cristal al romperse,
la alarma de algún coche que suena en lontananza,
una pequeña arista que surge de repente,
un olvido en el súper, una fuga de agua.
Cuando todo es ambiguo y hasta la tierra tiembla
las cosas más pequeñas son nuestra salvaguardia.
Me desmoronan esas piedras que nunca nombro,
tantas cuerdas que intento atar y se desatan.
Cualquier día de julio puede romperse el cielo,
cualquier noche de agosto puede desarraigarme,
volverme como esas algas que el mar arrastra:
una mujer sin peso que nunca fue nenúfar,
una mujer sin tierra con sus raíces al aire.
PÁJAROS DESCARRIADOS
Algunos árboles crecen en el cielo.
Arraigan por entre las nubes
y asoman sus largas ramas los días de viento.
En ellos se columpian los pájaros descarriados.
Los que han perdido el norte y el sur,
los que vuelan muy alto en la lluvia
y suben por encima del temporal.
Llegan cansados. A veces sin un ala,
incluso sin las dos.
Tienen el tiempo justo de asirse a esa rama
que brota desarraigada de la tierra,
anclada únicamente de la intención.
Son los pájaros que no cantan.
Que miran en silencio a otros pájaros descarriados,
viéndolos volar al revés,
buscarse en todos los espejos,
dirigirse a la noche para encontrar el sol.
Son los pájaros que no tienen cobijo
y no siguen a los demás
porque su brújula no conoce límites
y solo anidan en el corazón.
LOS COLUMPIOS SON PARA EL VERANO
A veces una quiere llover y tiene miedo
de que al hacerlo se aneguen los campos,
se pierda el trigo, se malogre el huerto,
se desborden arroyos y caudales.
Una quiere ser nube y volar lejos
donde el viento es suave,
donde el cielo es de junio y se columpian
los niños en los árboles.
Pero eso aquí en el norte rara vez es posible,
la gente planta pinos, corta leña,
cuida de sus castaños,
solo las aves gozan de las ramas
y van de copa en copa, entre los árboles.
Por eso hay tantas nubes en invierno
el sol aún no ha aprendido a columpiarse.
TODO EL TIEMPO
Pienso en ti y pensarte, al igual que sentirte,
es todo el tiempo.
Como si pensamiento y sentimiento fuesen
un coexistir igual que el sol y el aire,
el ruido y el silencio.
Una aprende a morirse en cada parte
que le arranca la vida sin indultos,
igual que aprende a renacer ya siendo
ese único fragmento de sí misma
que sellando su grieta forma un cuerpo
surgido de otros seres como surge
del árbol roto y seco un árbol nuevo.
Estoy hecha de ti y de mis orígenes,
por mi sangre elegida y heredada
corre libre el caballo del tiempo
del que cabalgas tú y aquellas almas
que me han hecho llegar a escribir esto.
Una aprende a llevarse, a conducirse,
a completarse en su memoria alzando
su pie sobre el recuerdo.
MIL CAPAS DE PIEL
El tiempo es un barco de papel
que al resguardarse de la lluvia
arrastra hojas sobre su superficie,
conchas que un día recalaron en él.
Un barco de papel hecho de alambres, ruinas,
cáscaras de naranja, desechos
de antiguas flores de lis.
Me gusta la chapa de tu barco,
dice un desconocido sin saber
que es una mugre de restos encallados,
naufragios de otras vidas,
trozos de otras ciudades,
destrozos de otros cuerpos,
banderas descoloridas,
vasos de Ginebra vacíos.
Sí, el tiempo es solo un barco de papel
donde las palabras se mezclan
y los ojos se vuelven ciegos
donde la memoria persiste
en esconderse
detrás de un extraño compost
de desvaríos
ocultos en mil capas de piel.
***
Manuela Vicente Fernández colabora con sus relatos en proyectos humanitarios y libros solidarios para distintos colectivos. Sus relatos y poemas figuran en varias publicaciones y revistas nacionales e internacionales, en digital o en papel, como Valencia Escribe, El Callejón de las Once Esquinas (Zaragoza) el boletín literario Papenfuss, el periódico La voz de Galicia (sección Relatos de Verán) o la publicación Luzes (Coruña). En Argentina ha sido publicada en la revista Extrañas Noches-Literatura Visceral. Ha colaborado con varios cuentos en el Proyecto Sherezade (Universidad de Manitoba-Canadá), publicación on line que nace con el fin de enseñar la lengua castellana a través del cuento y reúne cuentos de habla hispana de todo el mundo. En la web puede verse parte de su obra en páginas literarias como Piedra y Nido, Cita en la Glorieta, ENTC, Literatura 5.0, o la Asociación de escritores Cinco Palabras entre otras.
En narrativa ha obtenido diversos premios y menciones en numerosos concursos literarios de relato breve y microrrelato siendo sus obras seleccionadas en más de una veintena de antologías y libros colectivos.
En el campo del microrrelato ha sido seleccionada por Quarks Ediciones Digitales para el volumen recopilatorio ‘Locos del microrrelato: antología de minificción’. En poesía ha sido representada en recitales de la comunidad valenciana (España) e invitada al XXXIII y XXXIV Encontro de Poetas celebrado en A Rúa de Valdeorras (Ourense), Finalista en el I Certamen internacional en homenaje al poeta Mario Benedetti (Cerezo Ediciones) y finalista en el I Premio de Poesía Las Nueve Musas 2020 con su poemario ‘Piel atópica’ (Las Nueve Musas Ediciones).
Formó parte en su día del equipo de redacción de la revista Moon Magazine con la que colaboró escribiendo reseñas literarias, labor que realizó también en la revista Galeradas y realiza actualmente en la revista Culturamas. Mantiene activa su bitácora personal: Las cosas que escribo (WordPress).