• 28 de Marzo del 2024
TGP

Vivir sin ver

 

 

 

Márcia Batista Ramos

 

“Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven”.

 José Saramago

¡Tanto cielo! Un azul tan azul… Miré al cielo y, por un momento, sentí un vértigo de tanto azul. Cerré los ojos para guardar el azul en mi mente. Abrí los ojos otra vez y seguí extasiada con azul, hasta que sonó el teléfono y me devolvió a la tierra, después de contestar el pequeño aparato que hace parte del cotidiano de gran parte de los mortales, empecé a pensar que antes los humanos observábamos más el cielo porque no existía la pantalla del móvil.

Yo sé que antes era antes, pero antes teníamos (como humanos) la visión más aguzada para ver en el bosque, en la mar, para ver a lo lejos; en fin, estábamos listos para usar nuestra visión en la noche y donde sea que estuviéramos. Pareciera, que los sentidos importaban más, porque de ellos dependía nuestra sobrevivencia en la naturaleza, en las calles o en las habitaciones oscuras. Además, veíamos las hadas en el bosque, las sirenas en la mar, los dragones, elfos y otros trasgos donde quiera que estuviesen.

Hoy, el sentido de la visión, no es que sea menos importante para nuestra sobrevivencia, ya que recibe mucha información, siendo responsable por casi el 80 % de nuestras experiencias sensoriales; es que ahora, vivimos de manera diferente. Ya no caminamos en el monte detrás de un animal para cazar, tampoco andamos buscando miel persiguiendo a las abejas con la vista, o buscamos frutos silvestres o setas para nuestra alimentación, más difícil todavía es la posibilidad de que la noche nos pille en el bosque. Entonces, el sentido de la vista se torna más acomodado y de alguna manera ya no vemos todo lo que miramos, como fue hace siglos cuando veíamos hasta las almas en pena.

Hoy, miramos durante el día al celular, a la pantalla de la televisión, a la pantalla del ordenador, muchas más veces de lo que miramos la trayectoria de un pájaro o a la copa de los árboles para identificar un fruto. Dejamos de mirar el mundo en vivo y en directo, para mirarlo a través de una pantalla. Mismo cuando estamos delante de un evento curioso, interponemos la pantalla del celular ante nuestra vista y el evento, para después mostrar lo ocurrido, porque ya no narramos los acontecimientos como otrora se hacía. Pues, todo lo que veíamos lo describíamos oralmente y eso nos hacía, como humanidad, buenos contadores de historias. Ahora, enseñamos vídeos y fotografías.

Antiguamente, no sabíamos que la visión ocurre cuando la luz es procesada por el ojo e interpretada por el cerebro. Por mucho tiempo hemos mirado el paisaje, distinguiendo la caza con nuestro ojo y corriendo detrás de ella con piedras, hondas, arcos y flechas, arcabuz, rifle, escopeta, fusil, dron… Sin percibir que la vorágine del tiempo traía consigo la tecnología que cambiaba nuestros hábitos y nuestra manera de ver el mundo.

Nos importaba la caza, no la luz que pasa a través de la córnea. Mientras que ahora, tenemos acceso al conocimiento y sabemos que la retina convierte la energía lumínica en impulsos nerviosos que son conducidos al cerebro y luego interpretados; y, ya no cazamos. Tampoco caminamos por la noche oscura al encuentro de la alborada. Porque ahora somos humanos diferentes de los humanos que fuimos antes. Como sea, hoy son otros tiempos muy distintos al ayer y ya estamos acostumbrados a vivir sin ver.