• 23 de Abril del 2024

En el limbo

 

 

Compartieron un poco de pan y una gaseosa sabor naranja, frente al fuego que iluminaba la mitad del rostro paralizado de Flor

 

 Márcia Batista Ramos

 

 

“El alma es un ser moral distinto, independiente de la materia, que conserva su individualidad después de la muerte”.

 

 Allan Kardec

El viento se había retirado, dejando la noche de las llanuras ahogada en un calor insomne, llena de molestosos zancudos.

Debajo del puente él tuerto y sus tres amigas, hacían una fogatita de papel para alumbrar la noche calurosa, espantar los zancudos con el humo y distraerse quemando un poco de basura. Hablaban de cosas y más cosas, grandilocuencias a los tiempos idos. Recuerdos de fulanos y perenganas que tal vez, jamás conocieron. Nunca se sabe qué pasó realmente. Lo cierto, es que, cuando tomaban unos tragos de alcohol para olvidar las tristezas, se transforman en mega mitómanos. Contaban de cuando conocieron a los más importantes personajes que eran noticia en el periódico.

Aquella noche ellos no tenían alcohol. Compartieron un poco de pan y una gaseosa sabor naranja, frente al fuego que iluminaba la mitad del rostro paralizado de Flor. La luz, mostraba los cabellos blancos desaliñados de Chichi y de la otra. No sabían cómo, después de tantos sueños megalomaníacos, llegaron sentarse frente a la fogatita de papel.

Chichi, con sus cabellos blancos desgreñados e hirsutos, apretó los labios haciendo una mueca que resaltaba todas sus arrugas que contrastaban con sus ojos profundos y la nariz aguileña, recordó los dos matrimonios, el glamur de estudiar en Europa y los zapatos de punta con que trataba a todos que no eran sus amigos íntimos, porque los veía como inferiores. No fue necesario decir ninguna palabra, porque inmediatamente, todos los presentes comprendieron, telepáticamente, sus pensamientos. Una angustia, transitó por la mente de Chichi y de los demás.

El tuerto, froto el rostro y dijo: - “Hacíamos lo que nos parecía lo mejor en aquellos momentos, tal vez, no debimos ser tan corporativos y cerrados en nuestro círculo. Porque extrañamente, los demás desaparecieron, no sé porque no encuentro nadie más.”.

Concha, estaba con el rostro más feo, marcado por las mil y una noches de trasnoche, de sexo, alcohol y drogas, seguía con el short zurrado que le mostraban las piernas y desviaban la atención de los rasgos indígenas que nunca le gustaron, especialmente, por la frente corta. Siempre se sintió inferior y buscó ascender socialmente, a través de miles de actividades vacías, con gente igual a ella. Abandonó a sus dos hijos y olvidó quién era para ser otra, para ser una eterna insatisfecha y actuar a cada instante. Se tocó el pelo corto y voluminoso en un gesto de ansiedad, recordó que perdió su espontaneidad en el camino y que Chichi siempre la trató con la punta del taco, solo se relacionaba con ella, porque ella sabía hacer cosas que Chichi no tenía conocimiento. Chichi la llamaba cuando la necesitaba, nunca la quiso. Y ahora compartían el espacio alrededor del fuego en la noche oscura.

Concha se sintió más vacía que antes, tomada por el desasosiego trató de sonreír, como siempre hacía, pero sus labios tensos no se movieron. Todos los presentes experimentaron la mezcla de dolor y vacío que Concha probaba mientras se preguntaba a sí misma, mentalmente: “¿Cuántas veces tengo que perecer?”

- “¡Tranquila!” - exclamó el tuerto con la voz crispada – “Primero, tenemos que recordar cómo llegamos aquí; seguramente, está será la salida para esa situación. No estamos bien, pero no podemos rendirnos.”.

Talvez, Flor no querría que ingresen a su pensamiento como pasó con Concha y Chichi. Por eso, a diferencia de las otras dos, que no pronunciaron palabra, Flor empezó a cantar, mientras los demás la escuchaban atentamente: - “Faça uma lista de grandes amigos\Quem você mais via há dez anos atrás\Quantos você ainda vê todo dia\Quantos você já não encontra mais\Faça uma lista dos sonhos que tinha\Quantos você desistiu de sonhar! \Quantos amores jurados pra sempre\Quantos você conseguiu preservar\Onde você ainda se reconhece\Na foto passada ou no espelho de agora?\Hoje é do jeito que achou que seria\Quantos amigos você jogou fora?\Quantos mistérios que você sondava\Quantos você conseguiu entender?\Quantos segredos que você guardava\Hoje são bobos ninguém quer saber?\Quantas mentiras você condenava?\Quantas você teve que cometer?\Quantos defeitos sanados com o tempo\Eram o melhor que havia em você?\Quantas canções que você não cantava\Hoje assovia pra sobreviver?\Quantas pessoas que você amava\Hoje acredita que amam você?”.

Termino de cantar y una lagrima escurrió por la mitad, no paralizada, de su rostro. Con la voz embargada empezó a contar: - “Recuerdo que después de presenciar mi funeral, caminé por un paisaje amarillo y seco de fin de tarde, cuando miraba adelante veía un camino largo con el mismo paisaje que se perdía ante mi vista. No había nadie. Cuando miraba atrás, veía la vida que prodigué entre miedos y experiencias innecesarias. Pensé, que encontraría a mis padres o hermano, pero después de mucho caminar, con los pies muy cansados, me encontré con ustedes en este lugar y llegó la noche calurosa y oscura.

***

Biografía:

 

Márcia Batista Ramos, brasileña. Licenciada en Filosofía-UFSM. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín, España; columnista en Inmediaciones, Bolivia, periodismo binacional Exilio, México, archivo.e-consulta.com, México, revista Madeinleon Magazine, España y revista Barbante, Brasil. Publicó diversos libros y antologías, asimismo, figura en varias antologías con ensayo, poesía y cuento. Es colaboradora en revistas internacionales en 22 países. Editor adjunto de la Edición Internacional de Literatura China (a cargo de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de Hubei, China).