Vivir y morir en la primera mitad del siglo XXI es completamente surrealista, en el sentido de irracional o absurdo. Pareciera que las turbulencias sociopolíticas que sacudieron el planeta en siglo pasado, no dejaron ningún aprendizado. La humanidad sigue carente de tolerancia, mostrándose incapaz de resolver conflictos de manera diferente a los trogloditas. Por eso, dispensan las mesas de negociaciones. No bastan los armamentos ultra modernos. Es necesario arrancar el corazón del enemigo con la mano y morderlo, aún caliente, para ganar su fuerza y, lógicamente, sentir el sabor de su sangre. Mientras las imágenes circulan por la World Wide Web en tiempo real, sin alterar el almuerzo de los televidentes. Dando razón a William Blake que escribió: “(…) comienza entonces el Juicio Final, y su Visión es contemplada por el Ojo imaginativo de Cada Uno según la situación que ocupe.”
No tengo una concepción apocalíptica de mundo, empero la crudeza que envuelve estos tiempos, no difiere mucho de los siglos de barbarie de la esclavitud africana. Las horrendas situaciones que las diferentes mafias provocan en la vida de miles de personas, pasan casi invisibles para las mayorías que no toman conocimiento, porque no les salpica. Simplemente, ya nadie sabe quién es el prójimo. Se perdieron muchas palabras y con ellas sentimientos, porque nuestro mundo está cambiando para peor, en su continuo deterioro moral. ¡Algo habrá que nos salve!
Parece mentira, pero, todos los días desaparecen niñas y niños, algún vástago de meretriz arranca sus pequeños sueños, para su placer y contentamiento. En otras latitudes, ya están prestos a encender fogatas para quemar a mujeres. A nadie importará, tal vez, ni televisen. Será una noticia horrenda entre tantas. Estamos amainados ante los medios de comunicación, ya que son ellos que deciden lo que debemos saber y no.
No creo que Auschwitz se repita, que vuelva a ocurrir algo semejante, pienso que va a ocurrir algo peor, porque el avance científico es monumental y la imaginación humana es ilimitada.
El adelanto tecnológico, actual, es inversamente proporcional al desarrollo moral que pulula en el planeta. El bien fue proscrito para dar paso al dinero. La cultura cede paso, día que pasa, a la barbarie. Minúsculos hombres se sienten dioses porque detentan el capital o el poder en alguna republiqueta que espera ser invadida para encontrar el camino del orden y del progreso. Pareciera que fluctuamos entre la ficción y la realidad.
Mientras los virus mutan, el consumo de drogas se expande y se prepara la colonización del planeta marte… ¡Vaya, vaya animal humano: bestia diminuta! ¿Hasta cuándo tanta insensatez?
Lamentablemente, nuestro planeta sigue sumido en el oscurantismo más funesto. Estamos viviendo los prolegómenos de una tercera guerra mundial con la mayor frescura y naturalidad, como si se tratara de una nueva serie de Netflix.
Estamos predestinados a morir, pero sería bueno que fuera de muerte natural, puesto que envejecemos tan pronto.
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Biografía:
Márcia Batista Ramos, brasileña. Licenciada en Filosofía-UFSM. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín, España; columnista en Inmediaciones, Bolivia, periodismo binacional Exilio, México, archivo.e-consulta.com, México, revista Madeinleon Magazine, España y revista Barbante, Brasil. Publicó diversos libros y antologías, asimismo, figura en varias antologías con ensayo, poesía y cuento. Es colaboradora en revistas internacionales en 22 países. Editor adjunto de la Edición Internacional de Literatura China (a cargo de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de Hubei, China).