• 28 de Marzo del 2024
TGP

Los pasos de López

Zócalo AMLOFest / @lopezobrador_

 

Las calles del Centro de la muy noble y leal Ciudad de México acordonadas y más que nunca vigiladas, estaban listas para albergar a los miles que esperaban con ansias el AmloFest

 

 

Luis Martín Quiñones

La mañana de ocho grados del primero de diciembre, que anunciaba un día frío, fue calentándose gradualmente hasta encender los ánimos para el pueblo que acudiría al informe presidencial. Una invitación formal del presidente llegó al populum: “Con todo mi cariño les invito a que nos acompañen, va a ser una fiesta cívica y además combativa”. Ante ese afecto masivo del presidente, el pueblo no resistió la tentación.

Los prolegómenos para el festejo, preámbulos emocionales, se acompañaban con el sándwich, las papas, el refresco, ¿y el cubrebocas, joven?, “ya dijeron: no es obligatorio”.

Ya lo había dicho Andrés Manuel “Están todos invitados, la gente es muy responsable (…)”. Sin embargo la responsabilidad pasó de soslayo para algunos de los 250,000 personas que acudieron al llamado presidencial (aunque los otros tienen otros datos que son de 100,000).

Las calles del Centro de la muy noble y leal Ciudad de México acordonadas y más que nunca vigiladas, estaban listas para albergar a los miles que esperaban con ansias el AmloFest.

Las ganas de exhalar gritos desaforados y contenidos en la garganta, y un entusiasmo inusitado, pronto encontraron eco en el escenario frente al Palacio Nacional cuando el mariachi de la SEDENA dejó escuchar sus notas nacionales. Desfilaron la Filarmónica de Ocotlán, Oaxaca, el trío Gorrión Serrano para culminar con María Inés Ochoa, “La Rumorosa”. Los vivas se desgañitaban en una multitud que esperaba ansiosa la aparición del presidente.

Cerca de las 5 de la tarde se dio la clausura del AMLOFest para dar paso a la fiesta de las promesas cumplidas y por cumplir.

“La transformación está en marcha y aunque es necesario seguir poniendo al descubierto la gran farsa neoliberal y auspiciando el cambio de mentalidad (…)”. ¡Vivas! y más vivas se escucharon ante el inicio del discurso. Para entonces los cubrebocas eran menos.

Entre cifras, promesas, algo de retórica (desapercibida), y guiños al pueblo, se escucharon los aplausos que el mandatario recibía con una sonrisa de satisfacción.

El pueblo presente y también el lejano, seguía los pasos de López por la autopista de los sueños, por las ilusiones de un país que cree en un cambio, aunque las cosas sigan, tal vez, como siempre.

Siguieron los éxitos del sexenio, barriles de petróleo, refinerías, hasta que el pueblo inmóvil y aturdido por la voz dulce y paternal de su líder explotó en júbilo cuando se escucharon las palabras entonadas alguna vez en Gettysburg. Y Abraham Lincoln se hizo presente: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Pero no importó el hurto de la frase, ahora era de Andrés Manuel.

El pueblo partió, se fue harto de promesas, satisfecho de los logros y llenos de esperanzas. Partió dejando un Zócalo que fue ocupado por las voces cotidianas, el trajín del desmontaje y sólo escucharon los pasos de López, tal vez, unos pasos no del todo ufanos, pero con una elevada moral digna de celebrarse en el Ángel.

A las 18:30, como en todo final, las emociones y los asistentes tomaron su cauce ante la despedida del presidente. Para entonces ya no importaba la pandemia, el frío ni traer cubrebocas, era un pueblo satisfecho.