• 19 de Abril del 2024

Inmunidad postvacunal: ¿remedio definitivo?

Estructura biotecnológica / Especial/AstraZeneca

La tragedia se ha consumado en un solo acto, y el coro social pide que los dioses detengan su fuerza omnipotente

 

“El dolor siembra. Incertidumbre y dolor transitan por senderos comunes. Su solución exige indagar, investigar. Paliar esos sinsabores requiere presencias, compañías, personas. Cuando se padecen enfermedades la incertidumbre incomoda”.

Dr Arnoldo Kraus

El viento del otoño y la hojarasca que se vierte en un río nostálgico por el año que se nos va, es la melancolía que transita en busca de los recuerdos después de un tiempo apocalíptico. El viento y el murmullo melodioso nos acompaña en la reflexión por la tragedia de los muertos que no alcanzaron a atisbar la posibilidad de la supervivencia. Y es que los más de cien mil muertos en México y los casi un millón de casos, más los no diagnosticados, nos seducen para una reflexión larga y profunda.

La tragedia se ha consumado en un solo acto donde el coro social pide a gritos a los dioses de la naturaleza detenga su fuerza omnipotente. Sin embargo, la naturaleza no escatima en su poder para continuar sus pasos. Y tiene como cómplice el hybris, la desmesura humana que, ante los hechos contundentes, se ha atrevido a retar las huestes infecciosas del universo.

Los límites que irracionalmente rechazamos nos condujeron a no guardar distancia, y con nuestros temerarios contertulios nos fundimos en un abrazo fraterno y chismorreo amistoso, donde intercambiamos el genoma viral que a muchos los puso al borde de la tumba, y otros se asomaron cayendo al precipicio. La excepción la conforman aquellos que se infectaron con el afán de sobrevivir en una economía de por sí no tan halagüeña.

Es fin de año y quisiéramos verlo con nostalgia, como el tiempo maravilloso que nos deja enseñanzas, anécdotas, tal vez sabores amargos, pero con un trago dulce y paliativo. Deseamos fuera como en otros tiempos en el que la muerte de un ser querido se veía con el ensalmo emocional de que “sólo se nos adelantó en el camino”. Y en nuestro subconsciente un vertiginoso pensamiento nos envuelve: es un mal sueño que pronto terminará.

Y, aunque la pesadilla parece llegar a su fin con la llegada de la vacuna, dista mucho de que sea la panacea que la alquimia humana tenga para detener al virus. No obstante que la ciencia avanza con pasos diligentes, siempre va un paso atrás de las enfermedades. Después de un año de dar a luz en Wuhan, el azote viral apenas parece haber encontrado un escudo inmunológico.

El ARN descifrado y puesto a disposición de los científicos pronto producirá los anticuerpos necesarios para enfrentar al enemigo. Sin embargo, la inmunización contra las conductas gregarias y las precipitadas compañías, puede ser un fracaso.

La sabiduría del sistema inmune que crea defensas contundentes contra virus y bacterias parece no manifestarse en la conciencia humana. Corremos el riesgo de repetir una historia que no termina de contarse. La frágil condición humana repite sus fracasos y conductas equivocadas, y los anticuerpos contra la imprudencia, no están garantizados.

Hoy más que nunca la desmesura necesita corregir el trágico error antes que la peripecia nos dé el giro de tuerca de la historia para encontrar el remedio. Después de la tragedia en un acto, anhelamos el siguiente para encontrar el sentido, la catarsis inmunológica que nos devuelva el mundo que, cuando lo tuvimos, no valoramos. 

La protección de la vacuna como la memoria colectiva no es eterna. El siguiente virus puede ser tan letal como el actual, y los arrebatos humanos ser el factor inmunosupresor que precipite un nuevo drama.