• 28 de Marzo del 2024
TGP

Carta a mi jefe (Sí, al Empresario)

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Estimado Señor Mendoza:

 

Antes que nada, espero que se encuentre gozando de inmejorable salud. Me quedé un poco inquieta cuando salí de su oficina después de que me firmara los documentos de la nómina esta mañana. Desde el pasillo alcancé a escuchar unos ruidos alarmantes que provenían de su cuarto de baño (ya ve usted que la puerta nunca ha cerrado bien), y no quise importunarlo con alguna pregunta estúpida de las que tanto le enfadan. De sobra sé que entre sus actividades hay más de dos que no son de mi incumbencia, el funcionamiento de sus intestinos, por ejemplo, pero eso no obsta para que me haya quedado con el pendiente. A últimas fechas lo he visto muy pálido.

     Le sorprenderá que me comunique a través de una misiva en lugar de hacerlo por la vía oral (sobre todo, conociendo su particular preferencia), aunque no negará que al ser su secretaria resulta una puntada buenísima. Hubiera solicitado una cita si no fuera porque no encontré en su agenda un lugarcito para colarme, además de que nunca he podido sostenerle la mirada (usted mira bien quién sabe cómo). Por cierto, le recuerdo que mañana a primera hora tiene un desayuno con el ingeniero Bracamontes para lo del contrato en Argentina, y que por la tarde lo esperan los del sindicato en el Club de Empresarios. Como después de arrancar el toallero del baño (ya le pedí a los de mantenimiento que lo vengan a arreglar), salió usted corriendo a llamar al chofer, no alcancé a decirle que Camila, su hijita, reprobó seis de las siete materias que cursa este semestre. El director de la preparatoria quiere verlo lo antes posible. Pensará usted que esto debí haberlo comentado con su esposa, pero llamé a su casa, al celular y al club y nadie supo darme razón de ella, así que ahí le aviso.

     Volviendo al tema, hace tiempo que quiero hablarle de mí. Sé que suena un poco petulante, pero luego de haberle servido con fidelidad y ahínco durante los últimos veinte años, creo que merezco un poco de su atención. Recordará que tengo un hijo, Abel, quien está a punto de ingresar a la universidad. Es un muchacho guapísimo (igualito a su padre) y muy estudioso. Imagínese, tiene promedio de 9.7 una cosa de no creerse, por eso quisiera matricularlo en un buen plantel, como en el que estudian sus hijos. Comprenderá usted que mi sueldo no es lo suficientemente robusto para una empresa de tal envergadura. Y hablando de envergadura, no se olvide de tirar el empaque de condones que trae en la bolsa izquierda de su saco negro, no los vaya a encontrar su señora. Bueno, pues le decía que mi hijo se merece una oportunidad y yo pensé que tal vez querría ayudarme con eso. Se preguntará de qué o por qué, ¿verdad, señor Mendoza? Y es que tal vez ya no lo recuerde, pero cuando comencé a trabajar para usted y su socio yo era una jovencita de diecinueve años, no fea, aunque un poco inocente.

     Recién había egresado de la academia y mi única carta fuerte era una mención honorífica por mi aprovechamiento, pero su jefa de personal, la licenciada Blaquita, que Dios tenga gozando de la gloria que en vida no probó, me hizo el favor de elogiarme inmerecidamente por mi honestidad y discreción, que dicho sea de paso, le he procurado a usted con esmero. Así como yo, mi Abelito es un muchacho muy responsable, a pesar de no haberse formado junto a su padre (por azares del destino, sabe usted). Y a propósito, antes de que se me olvide, ayer llamaron de la universidad para avisar que Rafaelito no se ha parado por ahí desde la Semana Santa, y de esto hace ya casi un mes. Creo que sería bueno que le jalara las orejas, ya ve que ha cursado tres veces cálculo lineal I. Le decía, ingresé a su empresa como asistente de contabilidad y luego de un año me transfirieron con usted como secretaria ejecutiva de la dirección. Qué dichosa me sentí entonces, y no sólo por el sueldo, sino porque siempre lo admiré como líder. Fue usted un hombre muy guapo, ¿sabe? Bueno, no es que ya no lo sea, pero los excesos se le empezaron a notar hace una década. Imagino la cara que estará poniendo, pero créame, le llevo cuenta de casi todos sus vicios y enredos. Sé que de los sobres blancos con brandy pasó a las pastillas azules con güisqui, y que de Lolita, la de nóminas, Esther, la de RRHH y otras cuantas el segundo piso, pasó usted a las practicantes de menos de veinticinco, y eso pasa factura, señor.

     Entre todos esos tacones, que ahora le parecerán lejanos, una tarde nos quedamos usted y yo a trabajar en el contrato de la enlatadora, que en enero pasado celebró sus dieciocho añitos de existencia. Yo llevaba una minifalda a cuadros con medias negras y una blusita blanca muy delgada, ¿se acuerda? Ya entrada la noche, usted sacó del servibar una botella de tequila para ofrecerme una copa y yo acepté, porque en verdad necesitaba un respiro después tanto corregir y rehacer los párrafos. Lo siguiente que recuerdo es estar sentada sobre sus muslos, de espaldas a usted, sintiendo las culebritas que hacía en mi cuello a soplidos y la creciente inflamación su miembro bajo mis nalgas. Y hablando de nalgas, jefe, justo a la hora en que escuché los ruidos extraños en su privado vino a verlo Gloria, la de patentes. Me hizo una mueca horrible cuando le expliqué que no podía entrar a su oficina porque estaba en una llamada muy importante. ¿Hice mal? Bueno, ya usted sabrá lo que le dice.

     Regresando a los tequilas, la del contrato fue la noche más memorable de mi vida, señor Mendoza, aunque usted fingiera al día siguiente no acordarse de nada. Yo le seguí el juego, pensando que era mejor mantener lo nuestro en secreto para evitar la maledicencia en la oficina, hasta que me di cuenta de que en verdad no se acordaba de nada. Dos meses después de aquello se fue a Europa para abrir la oficina en Madrid y cuando regresó a México yo ya era madre sin que eso le extrañara en absoluto. Pero no se preocupe jefe, esto nunca se lo he contado a nadie, es usted la primera persona en enterarse, bueno, la segunda. Me tomé la libertad de enviar un vaso de su escritorio a los laboratorios para que le hicieran la prueba de paternidad, que aquí mismo le adjunto. Felicidades, es usted el orgulloso padre de un muchacho magnífico al que sí le gusta estudiar. Y no se preocupe por el escándalo, ya ve que la discreción es lo mío, nada más preocúpese por las colegiaturas y lo que le pidan en la escuela de medicina, que dicen, es una carrera muy cara. Quién quita y el muchacho se nos especializa en geriatría, ¿se imagina? Ser atendido en los últimos días de la vida por su propio hijo, señor Mendoza. Y ahorita que dije vida, ¿firmó los papeles del seguro que dejé sobre su escritorio? Con el corazón no se juega, ya lleva usted dos infartos y últimamente lo veo muy desmejorado. ¿No será prudente que abra un fideicomiso para los estudios de Abelito? Me encantaría que lo viera de toga y birrete, pero uno nunca sabe.

     Pues no le quito más su tiempo, espero que cuando lea esta carta ya se encuentre recuperado del vientre. No me atreví a llamar a su casa para preguntar cómo siguió pero le aseguro que estoy al tanto, ya el chofer me dijo que mejor lo dejó en casa de Gloria para que lo atendiera.

     Como siempre, me pongo a sus órdenes para cualquier cosa que se le ofrezca y quedo en espera de su resolución.

A T E N T A M E N T E

Su secretaria

 

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Twitter: @mldeles

 

De la Autora

He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.

He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.

He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.